miércoles, 19 de noviembre de 2008

Reseña de "El negro de Boney M" en NOVELPOL

Madrid difícilmente tendrá una novela como ésta. Para escribir un libro así hay que amar a una ciudad o por lo menos lo que ha sido o fue. En la novela negra actual tan solo David Torres o Antonio Jiménez Barca hicieron algo parecido con sus barrios madrileños, algo más individual y mucho más particular, en cambio quizás si que nos faltarían dedos en las manos para contar los autores barceloneses que desde una u otra perspectiva han añorado con distinta nostalgia los prodigios de aquella ciudad. Si empezamos a nombrar no pararíamos, desde el Moriel-Ledesma más clásico a Empar Fernández, todos y cada uno de ellos con atribulada pericia narrativa nos han hecho redescubrir una ciudad tan llena de peligros como encantos. ¿Será esto nacionalismo? No creo.

Entonces ¿Qué nos puede aportar José Luis Romero a esta visión si todo está escrito? No caigamos en errores fáciles y de bulto. Si por el titulo fuera Siempre quise bailar como el negro de Boney M ya tendría medio mercado copado, aunque seguramente algunos libreros poco avispados la pondrían en la estantería de autoayuda. Pero este libro evidentemente es algo mas que un título, es una propuesta narrativa cuanto menos interesante.

Evaristo Conrado es un tipo de difícil carácter, lo dice su bordería casi congénita, otra opción es que la aprendiera con su antiguo oficio de guardia civil. Leopoldo Rovira así lo comprueba nada mas conocerle, intenta encomendarle un caso de espionaje industrial que se está produciendo en los laboratorios farmacéuticos en los que él es uno de los investigadores encargados de sacar adelante uno de esos proyectos potencialmente millonarios. La cosas se complican cuando Oriol Miralles, el supuesto espía industrial y yerno del mandamás de los laboratorios Zanzíbar, es atropellado una noche cerca del Nou Camp, famosa zona nocturna donde convergen a negociar con carne, muchos travestís y pocos carniceros.

Nuestro peculiar detective irá vadeando poco a poco los golpes que devienen al intentar mediar en los oscuros negocios entre los ricos riquísimos y los bajos fondos, donde siempre salen perdiendo los mismos.

Supuestas intrigas masónicas y guerras en Oriente asumidas como nuestras, aderezan la trama salpicándola de actualidad y mucho humor socarrón. Buena ecuación presente en el libro de principio a fin y que le confieren a Siempre quise bailar como el negro de Boney M un tono atractivo a la par que ameno.

Sin duda José Luis Romero ha conseguido elaborar un estilo prometedor y unos personajes que aunque al principio nos puedan parecer estereotipados conforme avanza el relato van adquiriendo solidez y vida propia hasta llegar a enamorarnos.

Y testigo de los avatares de Conrado y Josefina, la Zanzíbar y su extraña familia, Vicks y la Barbie, está siempre vigilante cual faro costero ese monumento a lo erótico como es la torre Agbar.

No creo que José Luis Romero consiga, de los que nos movemos como palos, arrancarnos ni siquiera un par de pasitos a lo Bobby Farrel al terminar este libro, pero sin duda, si que me atrevo a afirmar que a mas de uno arrancará una media sonrisa de satisfacción tras cerrar la ultima de sus mas de trescientas páginas.



Por José Ramón Gómez

No hay comentarios: