sábado, 29 de noviembre de 2008

ENTRE VAPORES

Hace unos días las cervicales me llevaron a la consulta de mi médico de cabecera, el doctor G pongámosle. Allí encontré a los de siempre quejándose de los achaques de siempre y que venían a buscar las recetas de siempre. Me tocó después las tres Marías, quienes a pesar de sus pocas obligaciones tenían mucha prisa.

Aún no sé cómo el doctor G se las apañó para sacar el tema y joderme con el asunto de mi sobrepeso y un montón de enfermedades vasculares asociadas, pero el hecho es que lo hizo. Quizá porque él estaba orgulloso de su cuerpo y del régimen que estaba haciendo, pues presumía de haber perdido un buen puñado de kilos quitándose bocados de la boca. El caso es que el tío, que es tan bruto como espartano, me recetó lo siguiente: -Cuando llegues a casa te pones en pelotas, te colocas delante del espejo, te miras bien y dices: estoy hecho un cerdo. Verás como comes menos-. Intenté soltar la mía, pero cuando el doctor G receta algo hay que tragárselo a palo seco, porque es como el Chuck Norris de los médicos. Y si primero hizo el diagnóstico, que no fue lupus ni enfermedad autoinmune, luego, todo chulo, me ofreció otro remedio para el sobrepeso: -Si no te funciona lo del espejo, pues comes como Gandhi, un puñado de arroz que te quepa en la palma de la mano. Mira qué delgado estaba el indio-. Claro, a eso sólo pude achantar la mui, que es por donde te entra el hartón y las bofetadas. Porque con el doctor G, más vale callarte y parecer gilipollas que hablar y despejar las dudas.

Y me refería al hecho de la desnudez porque ayer mismo fui al gimnasio, sauna y jacuzzi es lo que suelo hacer. Últimamente el único hierro que muevo es el que ingiero a base de potajes de lentejas. Me metí en la sauna filandesa. Al poco rato entre el vapor divisé un sujeto en pie sobre el único escalón, en posición de firmes. Tenía el bañador a medio bajar, el cabrón, con su palmo de cipote colgando como un bastión. ¿Qué coño hacía con el bañador bajado? me pregunté. ¿Una ofrenda a Sodoma? Porque a la sauna, o entras desnudo como hace alguna gente, o con bañador, como hace otra tanta. A mí me la suda tanto lo uno como lo otro. Pero juro que da su cosa entrar a la sauna y encontrarte a un tío con el bañador por las rodillas y la méntula al aire haciendo gala de su calibre de maestro armero. A mí eso sólo hizo que mosquearme, y ni averigüé si pretendía decirme algo o enviarme algún mensaje. El hecho es que no entré en la competición, si es que era esa la cuestión, porque yo no entiendo.

Yo creía que iba a un club deportivo frecuentado por gente decente y que eso del apego al calorcito de la sauna ya había pasado a la historia, pero me doy cuenta de que no, que hay tantas formas de salir del armario como de entrar en las saunas para cocerse los cojones. Pero manda leches que un guarro es un guarro sea cual sea su orientación sexual. Por mí, que le den al mamón con dos piedras.

1 comentario:

Auxi dijo...

Jolin menuda experiencia, ahora entiendo porqué en el gimnasio al que yo voy la sauna tampoc es mixta. Aunque la verdad que yo no suelo entrar en ella ni en el "magnifico" jacuzzi, porque encontrarse dentro a una señora de unos 70 años, en tanga y con las domingas colgando al aire, pues como que tampoco es muy de apetecer, asi que nada, yo con nadar un rato ya tengo de más, que mis cervicales también son lo peor del mundo.

Un saludo y cuidado con el gimnasio que frecuentas no sea una sauna gay, jejeje